miércoles, 4 de noviembre de 2015

En los brazos del viento.

El viento va y viene como quiere, 
nada lo detiene, nadie lo atrapa.
Sacude las olas del mar con rudeza 
o las mece para prestarles un poco de ayuda y llegar a la orilla. 
Me pregunto cómo será ser viento.
Buscando siempre caminos en donde pasearme,
lugares nuevos por donde observar lo que ocurre,
páginas de libros que pasar de forma graciosa 
mientras el lector sujeta con fuerza su más preciado tesoro.
Ser viento tiene que ser sencillamente una pasada. 
Y entonces recuerdo este pesado cuerpo, 
limitado por dentro y por fuera; 
entonces pienso que me gustaría poder volar. 
Volar en los brazos del viento.





martes, 3 de noviembre de 2015

¡Y que me llamen loco si bailo!

¿Alguna vez has sentido ganas de bailar en medio de la calle, con los cascos puestos y suena esa canción que tanto te gusta? ¿Lo has hecho sin pensar en los que te rodean, un lunes por la mañana, después de la resaca del fin de semana?
Probablemente la respuesta sea . Pero siendo francos, no lo has bailado por el qué dirán.
"Pensarán que estoy como un cencerro", "Me mirarán raro". Pero cabe la posibilidad (es bastante elevada) de que algunas de esas personas que te observan te sigan. ¡Si! ¡Así lo dicen las estadísticas! Siempre que creas en ellas, claro. Sino solamente tienes que probar y hacerlo para verlo con tus propios ojos. No hace falta que sea Lunes, puedes probar cualquier día de la semana.
Algunos lo harán por pura gracia, otros porque sienten lo mismo que tú (en este caso si la música es ambiental y coinciden en el gusto o porque son amantes del arte del oído) y otros, sencillamente por imitación. Si, de estos últimos los hay y muchos. Pero porque es algo natural en el ser humano y en todos los seres del planeta Tierra. Lo hacemos desde bebés, por supervivencia o por adaptación social.

Un ejemplo claro es el Baile del Ascensor.
Esto se ha estudiado y es real. Lo vivimos cada día cuando coincidimos con otra persona a la espera de esa claustrofóbica caja que sube, baja y nos lleva a la altura que queremos o nos deja en las profundidades que deseamos.
Lo primero es el cese de las conversaciones, incluso antes de entrar, cuando nuestros futuros compañeros de viaje se presentan ante el acero. Una vez que entramos, pulsamos el botón y nos quedamos quietos mirando hacia las puertas. En el caso de ir solos o con un conocido, si el ascensor dispone de ello, nos echamos un vistazo al pelo, los granos o los dientes para ver qué nos devuelve nuestro reflejo.
Habitualmente,cuando dos desconocidos acceden juntos, se sitúan cada uno en una esquina. De forma natural el ser humano suele dejar un brazo de distancia en estos casos.
Pero cuando la cosa ya no es sólo de parejas sino que empieza a aparecer más gente, aquí está la diversión.
Se recibe al tercero en cuestión y se forma de manera inconsciente un triángulo. Cuando el cuarto llega, cada una de las esquinas del habitáculo se ocupan, así que el quinto debe permanecer en la situación más incómoda, la del centro. A partir de ahí, cabezas bajas, miradas al indicador numérico o entretenimiento con el teléfono.

Es decir, imitamos lo que vemos, así que es muy probable que no sólo bailen contigo, sino que además lleguen a copiar tus pasos.

Pero a donde quería llegar es a los maravillosos beneficios del baile. Incluso si todas esas personas lo hacen tras verte a ti por cualquiera de los motivos antes expuestos, lo que se activará en ellos será
una mejora en las articulaciones, una subida la autoestima, interacción social y ¡muchas cosas más!

Como Osho dijo:

"Si la gente pudiera bailar un poco más, cantar un poco más, ser un poco más loca, su energía fluiría más y sus problemas poco a poco irían desapareciendo.
Por eso insisto tanto en el baile. ¡Baila hasta el orgasmo!  Deja que toda tu energía se convierta en danza y de repente verás que no tienes cabeza: la energía atascada en la cabeza se está moviendo a tu alrededor, creando hermosas formas, imágenes, movimientos...

Vive, baila, come, duerme, hazlo tan totalmente como sea posible. "


lunes, 2 de noviembre de 2015

Apegados, cosidos, remendados...infelices.

Puede parecer frío, hostil, inquietante e incluso desesperante. Es la visión errada, la que se nos ha querido dar, la del sometimiento y la culpabilidad. El miedo y el odio. Es verdaderamente fácil manejar la mente cuando el sentimiento de culpa está presente. No haces, no posees, no eres.
Practicar el desapego no es decidir y ya está. Es trabajar con él mediante el esfuerzo y la introspección. Si se hace mal desde el principio de nada sirve continuar, por eso es necesario renacer una y otra vez.
Morimos en cada error que cometemos y volvemos a nacer, con la intención cada vez más firme de hacerlo mejor. Pero en una sociedad como la de hoy, trabajar con uno mismo es signo de egoísmo y abandono de lo demás.
Nos han enseñado que hay que dedicarse a los otros, desconociendo por completo quienes somos y a que hemos venido aquí. Nos involucramos demasiado en los problemas ajenos, en las personas deprimidas, en las desgracias de aquellos que no saben solucionarlo por ellos mismos. Provocamos así que no se conozcan, ponemos un parche y no eliminamos el peso que cargan, sino que nos lo llevamos con nosotros.
Hacemos que nuestra alma padezca hambre, que se sienta desnutrida de atención propia, que deseemos aquello que no necesitamos.
Pensamos que es esa obsesión compulsiva por algo o alguien lo que nos hará felices pero, ¿que hay de uno mismo?
Es momento de empezar a trabajar las creencias,aceptar cada equivocación como una enseñanza positiva de la vida y abrir el maravilloso rincón del quererse y el acompañar.
La palabra Acompañar es hermosa. Es una de las palabras más bonitas de la existencia. Implica que se puede estar solo y a la vez tener a alguien contigo. Alguien que no te juzga pero te cuida, que no dirige pero va a tu lado, que si le dices vete lo respeta y sencillamente se va. Pero cuando le dices vuelve, está.

El acompañamiento es estar con alguien por lo que es, sin ningún fin, ningún interés, sin miedo a la soledad. Cuando existe algo de esto en una relación con otra persona no es amistad, no es amor, no es sano. Es utilizar el alma de otra persona, es matarla poco a poco.
Cuando nuestros padres envejecen, por ejemplo, no pensamos en cuidarlos por obligación, al igual que no lo hacemos cuando un hijo nace. Lo que se siente como obligación, no es amor. Lo hacemos porque les damos la libertad para Ser y en el caso de los mayores, para partir. Una mano, el simple hecho de dar la mano para decir "Estoy aquí ", es un acto de amor. Prohibir a un hijo ver algo, hacer algo, expresar algo no es amor, es egoísmo, el reflejo de nuestros propios traumas.
El desapego nos viene dado desde siempre. Es nuestro y nadie puede arrebatarlo pero el apego, eso sí que es adquirido. Nos lo dicen en las escuelas, nos lo dicen en los templos, en la publicidad. Tengo que llegar a un buen puesto social y ser como los demás, tengo que ir al cielo, tengo que conducir un coche que corra mucho para llegar rápido a todas partes.No sé quién soy y te necesito para vivir.
Dediquemos la existencia a nuestras responsabilidades, permitamos que las almas vuelen libres en el jardín que nos ha sido prestado y a la hora de irnos, hagámoslo con la mayor de las calmas y silencios. No es necesario hacer ruido para venir ni tampoco para marcharse. Pero es hermoso pensar que la misma alegría que traemos al nacer, podemos dejarla al morir.

Será más ligero el viaje y menos pesada el alma.  

domingo, 1 de noviembre de 2015

Querido Noviembre

Querido Noviembre 
He de decirte que me has sorprendido. Tu llegada se presentó tan pronta que todavía me cuesta situarme en el momento. Cuando decididamente puse los pies sobre la tierra te encontré, dispuesto,  soplando sobre los árboles para desvestirlos y agitando mis cabellos en un largo torbellino. Te llevaste la luz de las tardes y el calor del sol cercano. Los paseos por la playa con ligeros vestidos y las olas que acarician la orilla.  A cambio traes el recogimiento, la meditación y la familia. 
Con el rocío de la mañana y la helada de las noches provocas que estemos más cerca, que nuestros cuerpos deseen darse calor.No hay nada como el calor de la piel humana, estimado Noviembre. 
El invierno se llevará las flores de los campos cerca de tu partida y tú los mirarás con añoranzas de despedidas. Parirás al siguiente quejumbroso, con el deseo de quedarte, pero Diciembre te precede y no hay nada que lo impida. O tal vez sí.... 
Tal vez no tengas que llegar ni que marcharte. Todo depende de como pretendamos seguir viviendo, de a que decidamos poner títulos y nombres,  qué elegimos ir guardando en nuestra alma.  
Son todas estas cosas y muchas más las que harán que llegue Diciembre,Enero ,Febrero y que se muevan las agujas de un reloj. 

Querido Noviembre hoy llegaste y aquí estoy.


Para los que celebramos el Samhain, es una noche especial. Momento de agradecimiento por todo lo recibido durante el tiempo de cosecha y saludo al nuevo momento de recogimiento y disfrute de lo dado.
Esta es la noche en la que compartimos con nuestros ancestros lo que nos ha sido concedido y les invitamos a nuestra mesa aceptando así que la muerte tan solo es un cambio de forma, un paso en nuestra efímera existencia corpórea. Honramos a aquellos que rondan el portal y se acercan para celebrar con nosotros la llegada de un nuevo año.
Familia, amigos, enemigos, animales.
Y con un fuego encendido facilitando su tránsito, cerraremos ciclos dejando atrás lo antiguo y recibiendo lo nuevo con la alegría de lo desconocido. 

Os deseo un Samhain colmado de bendiciones.